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El 19 de abril de 1943, se enfrentaron 750 civiles aislados y con escasa preparación militar contra más de 2000 soldados nazis profesionales. Unos cuantos pistolas y fusiles antiguos, cócteles molotov y granadas de fabricación casera, contra ametralladoras, lanzallamas, cañones y tanques. El coraje de la desesperación contra la prepotencia de una apabullante superioridad.

 

   Antes que cualquier otra capital, el levantamiento del gueto de Varsovia fue la primera sublevación armada en una ciudad ocupada por los nazis. El levantamiento mantuvo en jaque a las tropas alemanas durante tres semanas. Sirvió de estímulo y banco de pruebas para la sublevación general ―mucho más importante― de toda Varsovia en el verano del año siguiente, y para el levantamiento en otros guetos (Bialystok, Minsk) y campos de exterminio (Treblinka, Sobibor). Y, sobre todo, demostró que las víctimas podían rebelarse y elegir la lucha temeraria antes que el desfile resignado hacia (Dos judíos en un búnker durante el Levantamiento.   Yad Vashem)

   Más que su importancia real, que fue escasa (tras la breve interrupción, las matanzas se reanudaron enseguida), su verdadero valor residió en el ejemplo. La importancia simbólica del levantamiento fue inmensa y continúa siéndolo. Demostró que, aún en las más desesperadas circunstancias, es posible un gesto de coraje que nos devuelva la dignidad; que ni siquiera cuando todo está perdido, da igual cómo acabe todo.

 

EL GUETO DE VARSOVIA

  

Varsovia, capital de la renacida Polonia desde 1919 y una de las ciudades más populosas de Europa, contaba con 1,3 millón de habitantes antes de la guerra. Tras la de Nueva York, la judería de Varsovia era la mayor del mundo, con 375.000 censados antes de 1939 (casi un 30% de la población de la ciudad). Su importancia social y económica era mucho mayor: dos tercios de los médicos y un tercio de los abogados eran judíos; así como el 57,5% de las medianas y pequeñas empresas y un 40% de las grandes industrias. Pese a ello, la barrera entre católicos y judíos no podía ser más infranqueable, como lo demuestra el hecho de que sólo el 5% de los judíos de la Varsovia de antes de la guerra fueran hablantes nativos de polaco. Las cotas de antisemitismo entre los polacos católicos eran muy elevadas. La actitud general del pueblo polaco con respecto a la persecución nazi de los judíos (descontando las numerosas y heroicas excepciones) fue de indiferencia, cuando no de colaboración con los verdugos.

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